Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la anorexia nerviosa (AN) y la bulimia nerviosa (BN) son Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), caracterizados por patrones de comportamiento alimentario como preocupación excesiva por el peso y la figura. El Instituto Nacional de Salud Mental de EE. UU. (NIMH) sostiene que el tratamiento de primera línea es la psicoterapia, pues no existen fármacos aprobados por la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA) para la AN, y para la BN se prescriben antidepresivos (fluoxetina), sujetos a efectos colaterales.
Como alternativa, ha surgido la Terapia Asistida con Psicodélicos (TAP), dado que la evidencia sugiere que estas sustancias promueven la flexibilidad cognitiva, rompiendo patrones rígidos de pensamiento y comportamiento. En la AN, esto podría traducirse en menor fijación sobre el control del peso, recuento de calorías y ejercicio. En la BN, podría reducir los síntomas del ciclo obsesivo-impulsivo-compulsivo, disminuyendo la culpa, los atracones y las conductas purgativas, respectivamente.

En un estudio preliminar de etiqueta abierta (es decir, participantes e investigadores conocían el tratamiento), se administró una dosis única de psilocibina junto con apoyo psicológico a 10 mujeres adultas diagnosticadas con AN o pAN (en remisión parcial). El objetivo principal fue evaluar posibles efectos adversos (EA), utilizando medidas como electrocardiograma, signos vitales e ideación suicida. Al no observarse EA significativos, los resultados sugieren que la terapia asistida con psilocibina es segura y tolerable para la AN en esta población. Además, el 40% de las participantes mostró reducciones clínicamente significativas en síntomas de TCA tras tres meses de seguimiento.
Aunque la psilocibina es el psicodélico más investigado para tratar los TCA, especialmente la AN (Universidad Johns Hopkins, Universidad Imperial de Londres, Compass Pathways, entre otros), también se están explorando otras alternativas. En un ensayo clínico que comparó la eficacia del MDMA frente a placebo en personas con Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT), se utilizó la escala EAT-26 para evaluar el riesgo de TCA antes y después del tratamiento. Al analizar los resultados, se observó una reducción significativa en las puntuaciones —y, por ende, en los síntomas de TCA— de los participantes que recibieron terapia asistida por MDMA en comparación con el grupo placebo. Esta mejora fue especialmente evidente en el subgrupo clasificado como “de alto riesgo” (?20). En cambio, aunque se identificó una tendencia a la mejora, el subgrupo “clínico” (?11) no alcanzó significación estadística.
Por último, en un estudio cualitativo se entrevistó a personas con antecedentes de TCA que consumieron ayahuasca en un contexto ceremonial. Tras identificar y organizar temas que se repiten en sus relatos (análisis temático), se evidenció que la mayoría describía un aumento del amor propio y la aceptación, así como una mayor capacidad para sentir y regular emociones dolorosas, comprendiendo más profundamente su TCA.
Se espera que la investigación psicodélica siga avanzando en pro de garantizar tratamientos seguros y eficientes para los TCA, promoviendo una pronta recuperación, y previniendo tanto posibles recaídas, como problemas de salud asociados.

