La terapia asistida con psicodélicos está viviendo un prometedor renacimiento, con resultados alentadores en el tratamiento de depresión, adicciones, ansiedad existencial o trastorno de estrés postraumático (TEPT). Sin embargo, las personas con antecedentes personales o familiares de psicosis (como la esquizofrenia) o trastorno bipolar han sido excluidas de manera sistemática de los ensayos clínicos. La razón: el temor de que los psicodélicos puedan desencadenar o agravar sus síntomas.
A pesar de la popularidad de esta idea, sorprendentemente, son muy pocos los estudios que han estudiado la relación entre uso de psicodélicos y síntomas psicóticos específicos. Un nuevo estudio publicado en Psychedelic Medicine ha investigado esta relación, en 548 participantes con y sin antecedentes personales o familiares de trastornos psicóticos o bipolares.
El estudio evaluó el número de experiencias con psicodélicos (LSD, psilocibina, ayahuasca, etc.) y su relación con cuatro tipos de síntomas propios de la psicosis: ideación mágica, pensamiento referencial (la tendencia a creer que lo que ocurre tiene relación con uno mismo), síntomas negativos (como falta de emocionalidad y desmotivación) y alucinaciones auditivas.

¿Qué encontró el estudio?
No se halló ninguna asociación entre el uso de psicodélicos y la intensidad de los síntomas psicóticos, ni entre quienes no tenían antecedentes personales o familiares de psicosis o bipolaridad, ni entre quienes sí los tenían. Es decir: a mayor uso de psicodélicos, no se observaron más síntomas de psicosis. Además, se halló que en personas con antecedentes personales de psicosis, un mayor número de experiencias con psicodélicos se asoció con menos alucinaciones auditivas.
Estos datos deben ser interpretados con cautela, ya que el estudio presenta limitaciones importantes. No se trata de una investigación longitudinal (es decir, que siga a las personas a lo largo del tiempo para observar cambios) ni experimental (no se asignaron los grupos al azar ni se controlaron las variables), lo cual impide establecer relaciones de causa-efecto. Además, podrían existir sesgos en la selección de participantes, lo que limitaría la generalización de los resultados.
Por tanto, lo único que podemos afirmar es que, en esta muestra concreta, las personas que han consumido psicodélicos no presentan más síntomas de psicosis que quienes no lo han hecho. Esto no equivale a decir que el uso de psicodélicos no pueda, en algunos casos o contextos, contribuir al desarrollo de dichos síntomas.
Repensar el riesgo
Este hallazgo preliminar invita a cuestionar la exclusión automática de personas con antecedentes psicóticos de los ensayos clínicos. Una exclusión que, paradójicamente, deja fuera a miles de personas que sufren condiciones que suelen acompañar a la psicosis, como el trastorno de estrés postraumático o las adicciones —dos de los campos donde los psicodélicos han mostrado más potencial terapéutico.
A pesar de sus limitaciones, la investigación sugiere que la relación entre psicodélicos y psicosis es menos clara y tiene más matices de lo que se creía. Para avanzar hacia una medicina psicodélica verdaderamente inclusiva, es urgente abrir espacios de investigación clínica donde estas preguntas puedan abordarse con rigor y sin estigma.

