Numerosas investigaciones están proporcionando evidencia científica que apoya el potencial de la terapia asistida por psicodélicos para tratar trastornos neuropsiquiátricos como la ansiedad y la depresión. Sin embargo, todavía no se conocen todos los mecanismos por los que estos compuestos afectan al cerebro para generar cambios adaptativos en la cognición y el comportamiento. La investigación fundamental, aunque ciertamente lejana de las aplicaciones clínicas y no inmediatamente traducible al cerebro humano, nos puede ayudar a entender estos mecanismos.
En un reciente estudio publicado en la revista Science, investigadores de la Universidad de California Davis se enfocaron en entender cómo la DOI (2,5-dimetoxi-4-yodoanfetamina), un potente psicodélico alucinógeno, afecta la corteza prefrontal medial (mPFC) en cerebros de ratones de laboratorio, una zona estrechamente relacionada con la toma de decisiones y la regulación emocional.
Con el objetivo de identificar las neuronas sensibles a los psicodélicos que subyacen a los estados de comportamiento ansiolíticos, los investigadores usaron una técnica de imagen dependiente de luz y calcio que les permitió marcar genéticamente las neuronas activadas por la DOI en la mPFC. Tras analizar detalladamente la actividad de estas neuronas, observaron que no solo las células con receptores de serotonina 5-HT2A, típicamente asociadas con los efectos de los psicodélicos, fueron activadas, lo que sugiere que la red neuronal que la DOI activa en el cerebro es mucho mayor.

A través del uso de optogenética, una técnica que emplea luz para encender o apagar ciertas células, como las del cerebro, y así entender mejor cómo funcionan, pudieron activar de manera selectiva las neuronas previamente marcadas genéticamente. Sorprendentemente, observaron que al activar esa red neuronal se reproducían los efectos ansiolíticos de la DOI, pero en este caso sin generar los comportamientos relacionados con efectos alucinógenos en los ratones. Este descubrimiento sugiere que los efectos terapéuticos de los psicodélicos podrían estar separados de las alucinaciones y controlados por diferentes células o zonas cerebrales.
Otra observación clave fue que los efectos ansiolíticos de la DOI dependieron inicialmente de la activación de los receptores de serotonina 5-HT2A, pero no requieren una activación continua para mantener el efecto. Esto sugiere que una activación inicial es necesaria para desencadenar los cambios estructurales y funcionales en el cerebro que permiten mantener los efectos terapéuticos incluso después de que la droga psicodélica haya abandonado el organismo.
El estudio también destacó que existen limitaciones en la tecnología actual para estudiar todas las células implicadas. Por ejemplo, las neuronas que disminuyeron su actividad en respuesta a la DOI no se pueden identificar, lo que podría ser relevante para entender mejor cómo funcionan los psicodélicos en el cerebro. Además, la optogenética requiere tiempo para que se expresen los genes necesarios para marcar y activar neuronas, lo que limita el análisis a cambios más tardíos en la actividad celular, en lugar de los cambios inmediatos. A pesar de estas limitaciones, este estudio reaviva el debate acerca de la posibilidad de desarrollar psicodélicos no alucinógenos para tratar trastornos neuropsiquiátricos, abriendo la puerta a la creación de tratamientos potencialmente más seguros pero igualmente efectivos.


