En los últimos años, el estudio de los psicodélicos y la salud mental ha crecido de manera exponencial. Gran parte de las investigaciones se han centrado en el uso de estas sustancias para tratar trastornos como la depresión, la ansiedad y el trastorno de estrés postraumático (TEPT) en adultos. Sin embargo, ¿qué sucede con los adolescentes? Dado que el cerebro sigue desarrollándose durante esta etapa, es fundamental entender cómo el consumo de psicodélicos puede influir en su salud mental.
La adolescencia es una etapa de desarrollo que representa un período crítico para el sistema nervioso, durante el que se producen numerosos cambios. El cerebro adolescente es un órgano maleable, caracterizado por una continua reorganización de sus conexiones, lo que lo hace vulnerable, pero también receptivo a ciertas experiencias y terapias. Se ha demostrado que los psicodélicos promueven la neuroplasticidad, es decir, la capacidad del cerebro para crear y reorganizar sus redes neuronales. Sin embargo, el consumo de psicodélicos en adolescentes ha sido históricamente visto con escepticismo, debido a la preocupación de que puedan interferir en el desarrollo cerebral o causar síntomas psicóticos en personas vulnerables.

Un reciente estudio, Adolescent Psychedelic Use and Psychotic or Manic Symptoms, desafía esta idea al analizar la relación entre el consumo de psicodélicos y la aparición de síntomas psicóticos o maníacos en adolescentes. Para ello, los investigadores recopilaron datos a través de entrevistas, en las que se preguntó a los participantes sobre su historial de consumo de sustancias, incluyendo psicodélicos, así como sobre la presencia de síntomas psiquiátricos. Además, tuvieron en cuenta factores como el consumo de otras drogas, antecedentes familiares de enfermedad mental y características sociodemográficas, para asegurarse de que los resultados no estuvieran influenciados por estos elementos. Los resultados mostraron que los adolescentes que habían consumido psicodélicos presentaban menores tasas de síntomas psicóticos en comparación con aquellos que no los habían consumido. Sin embargo, es importante tener en cuenta que este hallazgo no prueba que los psicodélicos reduzcan el riesgo de psicosis, ya que el estudio identifica una correlación.
Estos resultados tienen implicaciones importantes para futuras investigaciones y el desarrollo de estrategias de intervención clínica. Si los psicodélicos pueden modular ciertos síntomas psiquiátricos sin incrementar el riesgo de psicosis en adolescentes, podrían considerarse como opciones de tratamiento en entornos controlados. Como hemos visto en otros blogs, desde el impacto de los psicodélicos en la neuroplasticidad hasta su potencial para tratar el Alzhéimer, la investigación sigue desafiando nuestras concepciones previas sobre estas sustancias. Con ello, surgen nuevas preguntas: ¿podrían los psicodélicos utilizarse de manera controlada para prevenir o tratar síntomas psiquiátricos en adolescentes? Comprender mejor sus efectos en el cerebro en desarrollo podría abrir nuevas oportunidades terapéuticas y permitir un uso más informado de estas sustancias en el futuro.

